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'Inventor' del móvil y el colchón de agua, libertino y militarista, escritor naíf y preclaro... Un gigante de la ciencia ficción.
Alvaro Cortina | Bilbao
Los escritores de ciencia ficción tienen un estatuto anfibio y peculiar: escriben libros pero también patentan, no ya subgéneros o neologismos, sino inventos, técnica. Cacharros, tecnología en proyecto. Pero son un poco como el padre del protagonista de 'Gremlins', que aunque se lo curraba, al final daban igual los inventos que se traía a casa: lo importante es que había dejado un bicho exótico suelto (a ciertas novelas de ciencia ficción no hay que darles de comer después de la medianoche).
Los fans del clásico americano Robert Anson Heinlein (1907-1988) aseguran que su hombre fue el primero en introducir un teléfono móvil, en 1948 (con 'Cadete del espacio'), y una cama de agua, en 1956 (con 'Estrella doble'; repite invento en 1961 con 'Forastero en tierra extraña').
Curioso: tan pronto aparece el móvil ¡ya hay dichosos fallos de cobertura! (Carmen Rigalt ha escrito su última columna sobre un disgusto con el iPhone, continuando esta literatura de telefonía a distancia). Se adelantó Heinlein al chisme y al problema.
Aunque, toda esta anécdota pasa absolutamente desapercibida en 'Cadete del espacio' (reeditada por La Factoría de las Ideas). Se trata de una obra primeriza (de la serie 'juvenil') de uno de los grandes de la Edad Dorada de la ciencia ficción (tiempos de Clarke, Asimov, Lem, Dick, Sturgeon…). En unos años publicaría 'Amos de títeres' o 'La bestia estelar' y en el 56 se consolidó con el Premio Hugo, el Pulitzer del género (ganaría 3 más, y un Retro Hugo póstumo). Desde el 48 hasta el 66, publicó entre una y dos novelas al año. En 1975 fue elegido Gran Maestro de Ciencia Ficción por la Science Fiction Writers of America.

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Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Lo cierto es que poco se puede decir de Heinlein que no se haya dicho ya. Y probablemente todo sea cierto. Era radical, todo un machista e incluso llegó a defender el uso de la fuerza armada pero si hay algo que sea indiscutible es que poseía
un toque de magia. Era un absoluto maestro de la ciencia ficción. Uno de los grandes. Le amo y le odio a la vez.
Rick Deckard